miércoles, 22 de noviembre de 2017

CDMX.

 DIARIO









Octubre 21 - 25, Ciudad de México.

El pasado Octubre viajé a CDMX y fue el mejor viaje que he tenido. A pesar de haber visitado la ciudad a principios de este año, y en otras ocasiones anteriormente, la experiencia esta vez fue diferente y muy placentera. Todo fue espontáneo y nuevo.

El pasado mes de Septiembre, casi finalizando el mes, tuve que renunciar a mi trabajo por una crisis de estrés (?) en la cual terminé ingiriendo cloro. A los pocos días de eso, a la única persona que busqué para desahogarme, me mandó un mensaje con  mucho, mucho odio diciéndome textualmente que le valía si me moría o no. En vez de llorar o ponerme peor, decidí meditar. Encontré un audio de meditación guiada en youtube (no pude hacerlo sola, porque me falló la concentración por esos días) que me mantenía muy tranquila y estuve repitiendo casi por una semana la frase: te perdono por no ser la persona que yo esperaba; te perdono y te dejo ir. Ciertamente, para bien o para mal, no era una experiencia nueva la de perder a alguien, y ciertamente también, malo o bueno, he perdido personas más importantes, así que me puse a reflexionar sobre toda la situación en general y me reí. Nunca (de verdad nunca) había tenido una recuperación tan rauda (btw, mucho amor persona). Sentí como se me quitaban mil pesos de encima y como fluía una nueva vibra muy positiva en mí. Mágicamente, empecé a conocer personas nuevas y me pasaron cosas muy chidas. MUY. Una de esas fue CDMX.

El motivo principal por el cual viajé a la ciudad fue para ver a Paramore, una de mis bandas favoritas cuando era teen (and still). Un chavo me regaló el boleto para el concierto (al que me había resignado a no ir por mi falta de empleo) en la zona principal y, a última hora, mi mamá me apoyó con el pasaje. Toda la estancia fue en casa de mi amigo Rodrigo y creo que de haber sido diferente, no hubiera disfrutado tanto el viaje. Llegué muy temprano el sábado y pasaron por mí. Lo primero que hicimos fue ir a una panadería Karsapan que está en la esquina de su casa, compramos pan de muerto y su mamá nos hizo café (lo cual se repitió casi todos los días y yo era muy feliz). La familia de Rodrigo es muy atenta y me trataron muy bien, en especial su mamá, que cocina súper rico. Todos los días anduvimos en fixies por la ciudad y ese día fuimos al Zócalo muy rápido porque por la tarde partimos a Xochimilco. Fue una experiencia muy agradable. Era cumpleaños de uno de sus amigos y estuvimos paseando en trajinera horas, las personas eran muy gentiles y tuve conversaciones muy agradables. Volvimos a casa hasta la madrugada del día siguiente porque (no sé cómo) terminamos en un departamento. Por la mañana (ya del domingo) partimos nuevamente hacia el centro y el primer lugar que visitamos fue el MUNAL, todo era tan majestuoso que me sentí muy pequeñita y estaba tan aturdida que no sabía ni qué observar, el lugar me hacia sentir muy viva y por ratos olvidaba que estaba en la ciudad. También visitamos el Palacio Postal y seguido entramos a Bellas Artes. De verdad me estaba explotando la cabeza, tantas cosas tan bonitas en un solo lugar, en un solo día. Terminamos comiendo tortas en un puesto de alguna esquina y después de eso (tampoco supe cómo) terminamos en casa de Alejandro y Daniel (amiguitos de Mazatlán). Todavía no oscurecía y todo empezó con un porrito, y terminó con nosotros durmiendo ahí. En la mañana del lunes, partimos a casa de Rodrigo, y me alisté súper rápido para estar de camino al Palacio de los Deportes porque era el gran día del concierto. 

Llegué al concierto en bici y la estacionamos por ahí. No conocía a nadie y me encontré con Mely, que recién la acabo de conocer en la escuela porque tenemos una clase juntas. Ella estaba formada desde las 10 y yo llegué aproximadamente a las 12. Siempre quise ver a Paramore desde que los conozco y nunca había tenido la oportunidad, no me la creía y estaba eufórica, y mi estado no cambió en ningún momento porque toda la vibra de las personas que estaban ahí era igual. Comimos en la fila y avanzábamos eventualmente. Las puertas abrieron a las 18 y tuvimos acceso. Estaba tan, tan feliz, sentía todo irreal. El concierto lo abrío Pvris y cuando empezaron a tocar, las personas enloquecieron y perdí de vista a mis compañeras. Sentía que iba a morir aplastada pero no dejaba de sonreír. Pvris terminó su presentación y mi corazón se empezó a acelerar. Y ahí estaba frente a mí la criatura que stalkeo siempre: Hayley Williams, junto con los York y Zac Farro. No supe cómo reaccionar. Abrieron con Hard Times. Grité. Canté. Canté gritando. Brinqué. Lloré. Lloré brincando. Lloré con That's What You Get, I Caught Myself y 26. Lloré de ver el Palacio lleno de luces. Lloré cuando Hayley hablaba. Lloré hasta cuando subieron a un wey al escenario a cantar Misery Business. Lloré por estar ahí. Lloré por estar tan feliz. Me sentía la más puberta, pero de verdad estaba muy feliz. El concierto terminó con Rose-Colored Boy y conmigo en shock. Dejé que la multitud me empujara a la salida y recordé que tenía que llamar a Rodrigo porque él tenía el candado de la bicicleta.

Rodamos regreso a casa y me despedí de él para tomar un uber a casa de un chavo a quemar poquito. A la mañana siguiente, nos despedimos y avisé a Rodrigo que iba a su casa. Antes de llegar, pasé a Bellas Artes y me tomé un café, todavía atónita de todo lo que acababa de suceder. Esa mañana en particular estuvo muy introspectiva, anduve sola en metro y sola por las calles del centro. Me sentía muy extraña y descubrí que era porque estaba experimentando un tipo de felicidad que no había sentido en mucho tiempo. Cuando llegué a casa de Rodrigo, estaba tan derrotada que compramos comida y vimos películas para por la noche ir a la Mezcalería el Bósforo y conocer La Ópera con Arturo (amigo que conocí en Guadalajara y se mudó a la ciudad hace poco). De regreso (tal vez ya en la madrugada) en vez de dormir, nos pusimos a escuchar música y conversar hasta ya muy tarde. Despertamos a mediodía del miércoles, que era tristemente mi último día, y antes de tomar el autobús de regreso a Guadalajara, fuimos a la Cineteca a comer churros con café y ver una película. 

Casi no tomé fotografías en este viaje, pero aquí están algunas de este bonito, muy bonito viaje:

Izquierda: trajineras. - Derecha: paseo por el Lago de Xochimilco.





Rodrigo en el atardecer en Xochimilco.



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Rodrigo en medio de las personas en la Cineteca.



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Palacio Postal.

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Museo Nacional de Arte.



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Interior del Palacio de Bellas Artes.

Personas apreciando El hombre controlador del universo de Diego Rivera.

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Desfile de alebrijes en el Zócalo.

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Señora comprando en un puesto de revistas.

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Exterior de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.

Rodrigo en el interior de la Catedral.

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Vista lateral en Monumento a la Revolución.


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Facts: nunca había andado en bici en CDMX. No conocía Xochimilco y nunca había paseado en trajinera. Nunca había andado sola en CDMX. Nunca había entrado a ninguno de los museos mencionados, ni al Palacio de los Deportes, ni ido a la cineteca. Me caí de la bici borracha una madrugada. Y PARAMORE. Terminé llena de golpes por el concierto, medio afónica pero BEST TRIP EVER!

GRACIAS POR TODO, RODRIGO. Espero verlos pronto. 

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