Estaba recordando haber hablado con Gilberto y Cecy de lo
malo que fue este año. Recuerdo haberlo catalogado como “el peor año de mi vida”
y haber hecho comentarios como “nunca había tenido un año tan feo desde el 2012”.
En este momento estoy escuchando mi música favorita mientras
estoy comiendo papas con valentina en la habitación de mi hermana en Provo,
Utah. Me siento feliz y entonces me empecé a cuestionar si este año había sido
tan malo como yo creí que fue (ya sé que aún no termina), tomé la libreta café
que ella me compró hace días y empecé a hacer una lista de las cosas malas y otra
de las cosas buenas que me pasaron. Cierto es que este año es el que más me
decepcioné de personas, o para ser más concreta, de personas que son eran muy
cercanas a mí, así que hice otras dos listas, una con las personas que me
importaban con las que perdí contacto y otra con las personas que conocí y me
siento cómoda y feliz. Afortunadamente, la resolución fue a favor de las
segundas y positivas listas, en especial porque al momento de hacerlas, algunas
cosas que a mitad de año hubiera colocado en las cosas negativas, en este
momento están en la lista de cosas positivas. Siempre he creído que las cosas
que nos pasan, nos pasan por alguna razón que será transcendental en nuestras
vidas, y me gusta pensar que todo es para mejorar como seres humanos y para
crecer en todos los aspectos (¡sólo que a veces se me olvida!). Fue muy egoísta
de mi parte haber hecho ese tipo de comentarios y tal vez los hice concentrándome
en las cosas negativas que me pasaron y las personas que fueron tan relevantes en mi vida en este año tan cambiante y tan cabrón (porque aunque hayan sido más
las cosas positivas que pasaron no puedo negarle a nadie que las cosas malas
casi terminan conmigo).
El 2016 fue uno de los mejores años y con más experiencias
que he tenido. Algunos de los sucesos que me hicieron más feliz fueron la
llegada de Tino a nuestras vidas, el cambio de casa, los viajes a todos esos
lugares tan bonitos a los que no había ido antes (plus, es la primera vez que
salgo del País), conocer más a fondo mi enfermedad y conocerme más a mí, esos
conciertos a los que asistí, los libros que leí (que siempre me abren un poco
más la mente y toda esa imaginación), la nueva música, las buenas obras de
teatro y la nueva buena comida, pero sobre todas, TODAS las cosas, las personas
que entraron a mi vida (y otras que ya estaban ahí pero que tuvimos un lazo más
fuerte y especial este año): Cecy, Gil, Cj, Mario, Roberto, Jon y el resto de
la tribu, Maty, Rodrigo, Eder, Andrea y siempre Daniela. Tuve una mejor
relación con mi familia también y otras personas que igual sigo frecuentando y
estimo mucho.
Tantas cosas buenas que me pasaron y experiencias tan
bonitas y especiales, tantas personas que valen tanto, incluido el perrillo
amarillo. Tal vez no son tan malas las cosas que nos llegan a pasar y las
personas que se van, lo hacen porque no deben estar ahí. Hay que abrirle
espacio a las cosas bonitas, que cualquier otra cosa comparada con algo verdaderamente
lindo, carece de todo el valor del mundo. Siempre van a pasar cosas malas, pero también cosas buenas, porque después de todo de eso se trata la vida, sólo hay que
saber en qué enfocarse y siempre ser agradecidos. ¡Y amar! Amar mucho, amar a nuestro modo pero nunca con limitantes.