DIARIO
Abril 18, 2017.
El mejor regalo que pude
haberme dado fue dejarte ir.
No estoy segura de hablar
de ti (una vez más), pues hace un tiempo que ya no pienso en ti. Últimamente,
la última semana tal vez (quizá por el nuevo medicamento o yo que sé), recuerdo
lo que sueño y me resulta muy extraño. Anoche soñé contigo. Nada en especial,
yo no aparecía. Sólo tú, en un cuarto vacío, sentado en un banco y tocando la
guitarra. La imagen fue muy linda, pero desperté muy aturdida. Me quedé
acostada varios minutos después analizando el sueño y cuestionándome por qué
aparecías tan bruscamente de vuelta en mi vida. No llegué a ninguna conclusión
que me complaciera y me sacó de mis pensamientos la vibración de mi celular: buenos días, bonita, leí en la pantalla
y sonreí.
Desayuné, me despedí de
mi mamá y de Lolis, y aproximadamente una hora después estaba en la cima del
faro. Nunca siento tanto el here and now como cuando estoy en ese
lugar. Tanta paz. Llené mis pulmones de aire fresco y brisa de mar y me sentí
en casa. Sonreí otra vez. Descendí feliz y ahora
estoy aquí escribiendo esto.
No recuerdo en qué
momento o cómo fue que dejé de pensar en ti y en nosotros. No sé cómo pasó que
dejé de quererte y dejé de querer estar contigo. Pero pasó, y justo ahora me
siento tranquila y liberada.
No sé dónde estás justo
ahora, ni qué estás haciendo, pero ojalá estés bien. No voy a negar que algunas
veces, nublada de coraje principalmente, te maldije y te deseé lo peor, pero
todo el mal rato se fue y uno no le desea infelicidad a las personas que
realmente quiso.
Dejé de llorar y de
pedirte perdón (y de culparme incluso) cuando aprendí a perdonarme a mí misma y
a recuperar poco a poco el amor propio. Nada ni nadie vale tanto como la
tranquilidad de estar bien con uno mismo.
Interpreté mi sueño como
una manera feliz de decirte adiós, pues la última vez que te vi a los ojos no
fue precisamente la más placentera y feliz.
Esta es la última vez que
escribo acerca de ti. So long.