DIARIO
Justo cuando estoy recuperándome del insomnio, tengo problemas para dormir de nuevo. Me cuesta trabajo concentrarme algunas veces, unas por la misma falta de sueño, otras por la falta de interés a pesar de intentar mantenerlo. Tropiezo por las calles y en más de una ocasión me he metido en conflictos con uno que otro automovilista por cruzar (cuando no debo) frente a sus coches. A pesar de intentar hasta el cansancio, es como si una mano gigante me tuviese tomada por la nuca y me guiara todo el tiempo. A veces cierro los ojos y me dejo llevar, de repente es como si estuviese flotando y en contadas ocasiones he llegado a sentir el mar en las puntas de mis pies y una brisa, marina pero invernal, en el rostro. Escucho las olas y me dan ganas de bailar. Estoy a punto de danzar sobre la fría arena, que a su vez le da paz y calidez a mi cuerpo y cuando doy el primer paso siento la hostilidad que suele tener el concreto. Abro los ojos sobresaltada y ahí estoy nuevamente: en esa habitación de tres metros y medio cuadrados, sola y con problemas de sueño.
