El jueves pasado estaba cenando con mi roomie y
textualmente le dije: “me siento estable”.
Lo hacía. Me sentía bien, me sentía feliz. A pesar de
tantas cosas que pasaron recientemente y el estrés, me sentía estable y
triunfante, lejos de tener una crisis emocional. A la mañana siguiente
(viernes) me desperté y fui a desayunar tacos con mis amigos, les tomé algunas
fotos por ahí. Llegué a casa y decidí trabajar en las fotos, abrí Photoshop y
Spotify con canciones muy, muy felices. Estaba cantando mientras hacía lo mío.
Eran las trece y algo y yo entraría a trabajar a las quince. Estuve a punto de
levantarme para bañarme y alistarme, pausé la música y me quedé en blanco.
Estaba observando mis fotografías pensativa y comencé a sentirme mal: basura,
no capturo más que basura, pensé. Empecé a llorar y ahí estaba la ansiedad otra vez.
Me sentí helada y no podía calmarme, mi respiración empezó a acelerarse y
después a estar más en calma de lo normal. Empecé a pensar las cosas más
negativas mientras intentaba responderme a mí misma que carajo estoy haciendo
en este mundo si no soy, ni seré, nada nunca. Mi cuerpo empezó a tener
calambres por todas partes y seguido de eso a sentir un hormigueo insoportable
mientras yo seguía helada. Mi primera reacción desesperada fue tomar la salida
más próxima a todo el abismo, con el que, obviamente, no estaba preparada para lidiar.
Volteé a todos lados: nada. Ni siquiera sabía si era buena idea pararme del
sitio en donde estaba. Lloré más. Volteé a la esquina de mi habitación y ahí
estaban mis químicos para revelar fotos. Escogí un D-76 de Kodak y estaba a punto de
diluirlo en agua cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo. Solté las cosas
con tanto miedo que me alejé de ellas. Tomé mi teléfono para llamar a alguien y
el último registro que tenía era de mi roomie, la llamé y pregunté si en sus
curiosidades no tenía un calmante. Me dio indicaciones para encontrar tabletas
de tafil y me dijo claramente que tomara sólo una. Le colgué y mientras me las
tomaba lloré otra vez. Tomé 4. A los veinte minutos las lágrimas se habían
calmado y me sentía muy sedada. Viendo el techo, pensando en nada. Me ganó el
sueño y falté al trabajo. Cuando desperté me sentí aturdida y me puse a pensar
en que he perdido todos mis empleos, todos, por crisis de depresión. Me sentí
peor. Quería hablar con personas que en el pasado me hacían sentir mejor y
recordé que se habían alejado de mí por mi depresión también. Pensé en ocuparme
en algo. Lo primero que pensé fue hacer tarea y recordé que odio todo lo que hago
y empecé a cuestionarme si valía la pena seguir yendo a una escuela de artes a
estudiar fotografía cuando todo el mundo a mi alrededor está esperando a que
regrese a casa de mis padres a estudiar “una carrera real”. Después pensé en
leer algo o ver alguna película y no lograba concentrarme en lo absoluto.
Soy un chiste para todo el mundo. Siempre he dicho que
no me molesta para nada lo que las demás personas piensen o digan de mí porque
yo estoy segura de lo que soy y lo que hago. Pero yo me encontraba perdida. Sin
criterio, sin saber quién era yo o qué quería hacer. Entonces mi mente se empezó
a alimentar de lo que las demás personas piensan de mí y empecé por jerarquía.
Mi padre no me habla y no le importo. Mi madre me apoya en lo que hago sólo
porque quiere que termine una carrera, pero estaría feliz de que estudiara
cualquier otra cosa, o sea, no cree en mí. Mi hermana dice creer en mí y
aceptarme como soy pero le gustaría que cambiara ciertas formas de
comportamiento y pensamiento, o sea que no me acepta realmente. Mi ex novio me
decía que me creía pero se enojaba conmigo cuando le decía que no podía meditar
ni diez minutos porque no lograba concentrarme, o sea, no me creía. Todos y
cada uno de mis amigos se alejan de mí porque se cansan de que un día les
conteste bien y al otro los ignore por querer estar sola y encerrarme a
llorar. No culpo a nadie de no estar conmigo, ni de pensar que no hago las
cosas correctamente, pues entiendo que cada quien tiene sus criterios y es
cansado lidiar con una persona como yo, pero no deja de doler.
Me siento sola y me siento vacía. Me pongo a pensar
que tal vez si sintieran lo que yo, mínimo una vez en la vida, serían más
empáticos y seguido de eso me siento mal: jamás quisiera ver a alguien que
quiero pasar por algo así. Pienso en los momentos felices que tengo con estas
personas y me siento triste de llevar una vida tan complicada y
difícil. Tampoco es que quiera yo estar feliz 24/7, pues nadie lo está nunca,
pero ¿así? Desde que tengo memoria no ha pasado un año completo sin que tenga
una crisis de ansiedad y/o depresión, en diferentes escalas. Pierdo todo:
pierdo personas, pierdo empleos, pierdo escuelas. ¿Qué voy a ser (sí, a ser) si
siempre termino igual? Postrada en la cama, llorando y pensando estupideces.
Siempre me han dicho que tengo que aceptarme, que así seré siempre y tengo que
aprender a lidiar con ello. Lidiar con ello, trece letras tan fáciles de decir
y tan difíciles de aplicar cuando entro en crisis. Estoy cansada de no poder
llevar una vida normal y destruir todo lo que quiero. Estoy cansada de destruir
todo lo que quiero ser y a mí misma. Estoy cansada de llorar por nada y por
todo, de la nada y, la mayoría del tiempo, sin razón alguna. Estoy cansada de
esforzarme por estar bien y siempre terminar mal.
Y siempre termino con el mismo cuestionamiento: ¿por
qué yo? ¿Por qué a mí?