DIARIO
Abril
8, 2020.
Las primeras dos páginas de esta libreta las arranqué
porque tenía tu letra y los planes que hicimos juntos. No quiero saber nada de
ti y me duele. Hubiese preferido que las cosas sucedieran diferente.
Es verdad cuando digo que no te recuerdo. Me quitaste
tanto, que incluso los buenos momentos (que sé que los hubo pero no se me viene
ninguno a la mente) se esfumaron. Quizá es porque ya he pasado por esto antes y
mi mente sabe que no debo pensarte para no tener una recaída. Quizá es porque
todo lo que te tuve que llorar lo hice en todo el transcurrir de la relación.
No me pesa perder a alguien como tú porque me
regresaste las ganas de querer matarme,
(1er flashback: yo en la cúspide de un breakdown
queriéndome ir de tu casa, llorando y gritando. Tú abrazándome contra mi
voluntad diciendo yo te voy a cuidar.
Nunca necesité que me cuides, necesitaba que me soltaras)
me
pesó perderme a mí para poder estar contigo
(“si vas a
bailar, no quiero estar contigo”
“¿así vas a salir?
Se te ve todo, luego no te quejes si te acosan”
“no te me
acerques, me marea tu perfume”
“me gustas más sin
maquillaje”
“¿por qué te
arreglas tanto? ¿a quién vas a ver?”).
Nunca te oculté nada, siempre fuiste consciente de
cómo y cuándo me lastimabas y aun así optabas por repetirlo. Era hasta entonces
que te disculpabas y me expresabas tu amor (¿era
esto el amor?).
Aun así, te defiendo. Acepto la responsabilidad de no
poder alejarme de ti y permitir que me lastimaras a tal grado. Pero no te eximo
de culpa.
El día que terminamos no pude parar
de sonreír. Antes de quitarme la propia venda de los ojos y ser consciente del
daño que me infligía estar contigo tenía mucho miedo, porque las veces que lo
lograba exteriorizar siempre terminaba accediendo a no terminar la relación y a aceptar esperar el cambio en tu persona (que nunca llegó), y terminaba
pasando nada.
Agosto del 2019: - No quiero más esto para mí.
- Te prometo que
iré a terapia.
Agosto
Septiembre
Octubre
Noviembre
Diciembre
Enero
Febrero.
Nunca fuiste.
Una vez que sucedió y no me movieron
tus lágrimas, ni me convencieron tus vacías promesas, sentí un poder en mí que
yo sabía que tenía pero lo daba por perdido. Me sentí fuerte.
Días después, yo tranquila y tú
culposo, te vi por última vez para darte tus cosas. Parecía que te aprendiste
una lista de razones para volver y me mencionaste a modo de reclamo: yo estoy convencido de que el amor lo puede
todo. Yo también, te respondí y
no pude articular más palabra (¿era esto
el amor?). Y procediste a quererme culpar por no regresar contigo.
Es verdad cuando digo que no te
recuerdo. Pero ayer que hablé con una amiga y le contaba que recién me mudé,
recordé que en vez de estar aquí, estaría viviendo contigo y que ya les
habíamos dicho a nuestros padres que nos casaríamos
“nunca había
querido tanto a alguien”
“nunca había
disfrutado tanto del sexo”
No se me olvida el día de comer sandía.
Me sentí extraña. Extraña de ti.
Extraña de mí. Te sentí lejos. Me cuestioné si eras real, si fuimos reales. No
lloré. No he llorado. Me alcoholicé tres veces. Perdí la consciencia.
Empecé a sentir tu ausencia y me
alarmé. Me permití sentirla y pensé que iba a dolerme pero todo siguió normal,
así era siempre, estabas sin estar. Me pregunté entonces cuál era la diferencia
de estar contigo a estar sin ti, sentí el bulto de una cobija a un lado y
parecía que nada había cambiado. Se me olvidó pronto. Te me olvidaste pronto.
Es verdad cuando digo que no te
recuerdo. Pero cuando lo hago, sonrío y espero que estés bien.
Eramos amigos.
(¿Era esto el amor?
Y bien sí, era eso.)
¿Era esto el amor? del monólogo del poeta con su muerte por Enrique Lihn leído en Diciembre 2 del 2018 en la biblioteca pública del estado de Jalisco.