viernes, 6 de octubre de 2017

Mi tiempo está contado.

DIARIO


Agosto 14 del 2017.


Mi tiempo está contado últimamente desde que tengo un nuevo empleo.
Hoy ingresé nuevamente a la escuela y por ser el primer día, la maestra sólo hizo el protocolo de bienvenida y nos entregó el programa. Salí mucho antes de lo esperado y caminé hacia la escuela de música a comprar un café (el mejor café que he probado en Guadalajara lo venden en esa escuela, que está a un lado del teatro Degollado y tenía más de 3 meses sin probarlo, pero esa es otra historia). Salí y me senté en las escaleras del teatro un rato y me quedé observando a la gente que transitaba por la plaza. Estuvo muy cómodo, la mañana estuvo fría y el cielo nublado, porque estuvo lloviendo desde anoche. Contemplé la imagen de la catedral de Guadalajara y tuve la sensación de estar en el lugar por primera vez. Respiré profundo y me sentí contenta.
Mientras observaba el paisaje, me sentí incómoda con el rosa mexicano de un espacio (¿?) que tiene inscrito "guadalajara, guadalajara" en letras gigantes. Rompía con todo el entorno en el que me estaba concentrando. Me quedé observando un momento y me di cuenta de la fila de personas esperando un segundo para tomarse una fotografía de recuerdo en el sitio. Me quedé confundida viendo la escena, pues, si yo viajase a algún lugar, me gustaría tener fotos sí, pero en lugares representativos del sitio, no en un par de letras. Me resultó inútil e incómodo. Me sentí más aliviada cuando vi a una familia tomándose una fotografía enfrente de la catedral y a otros por un lado de mí, en el teatro. Me quedé pensativa un rato, cuestionándome desde cuando se considera más memorable unas letras a un edificio histórico, entonces mi cabeza dio mil vueltas en unos segundos y concluí que las personas consideran más importante decir dónde están que estar donde están. Ni siquiera le prestan atención a las cosas importantes. Nadie se admira por la arquitectura de una catedral; a nadie se le hace un nudo en la garganta por entrar a un teatro y sentir el peso de todo lo que se ha vivido ahí; nadie llora en un mural de Orozco. Las filas para tomarse una foto con una figura de cera en el museo (¿?) de cera son enormes, mientras la gente pasa por el Regional sin siquiera saber que existe.
Intenté pensar en otra cosa y seguí observando a las personas que pasaban por enfrente de mí: todo a prisa. Las personas no se detienen por nada, todos pasando de un lado a otro, cansados, aturdidos. Salió el sol por intervalos y una niña empezó a jugar con su sombra, mientras su madre la apresuraba a su paso. Sonreí poquito pero me sentí abrumada. Quise llorar y gritarles a todos "despierten", "vivan", y a los pocos segundos, terminé mi café y me paré para seguir viviendo la vida a prisa que todos llevamos.

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