lunes, 18 de septiembre de 2017

Juan, el viajero.

DIARIO


Enero 24, 2017. 

Hoy estuve platicando con un hombre desconocido en la calle. Yo estaba afuera del MUSA, paseando a Tino y leyendo un libro. Había menos ruido de lo normal, escuché una guitarra muy cerca de mí. Volteé y sonreí, pareciera que te estuviera escuchando a ti y el hombre tenía la apariencia de tu papá en las fotos que me mostraste. Me acerqué a él. Le pregunté si podía sentarme en las escaleras junto a él y conversar. Asintió. Le conté que me acerqué a él porque me recordó a ti, que tú también tocas la guitarra y que ambos lo hacían muy bonito. Me dio las gracias y me preguntó cómo estaba. Empezamos a conversar más y le conté tus planes (el hombre parecía ser un viajero y no me equivoqué), le dije que tal vez podrías ir por el mundo con tu guitarra (porque yo no te puedo ver sin ella) y él dijo que lo hacía de esa manera. Me empezó a contar acerca de sus raites y las experiencias que había tenido en los mismos. Me contó historias, tal vez no muy agradables, referente a lo que había vivido, nunca, desde que empezamos a hablar sobre el tema, dejó de tener la mirada perdida, llena de recuerdos, y sus ojos tenían un brillo muy especial. Entendí que Juan, sin dinero y sólo con su guitarra por el mundo, había vivido la vida como la había escogido vivir y se veía muy feliz. En un punto, me contó que tuvo una compañera de viaje por muchos años llamada Marisol, mencionó que no era mexicana, pero no recuerdo exactamente su procedencia. Mientras empezó a hablar de Marisol, lo sentía más nostálgico, me dijo que viajaron juntos por el sur de México y que ese fue el tiempo que más disfrutó, que la admiraba, porque antes de llegar con él, Marisol solía viajar sola y empezó a hablar de los riesgos que, desafortunadamente, tienen las mujeres al viajar solas. Me platicó de sus experiencias juntos en los siguientes minutos y el tema ya no se tornó a otro que no fuese ella. Juan reía de vez en cuando, con una u otra anécdota graciosa que recordaba sobre ella. Juan me dijo que Marisol tuvo que regresar a su tierra natal, por asuntos familiares y desde entonces no ha vuelto a saber de ella. Al final, le mencioné que me gustaría viajar a mí también de esa manera, pero me daba miedo hacerlo. Juan preguntó: “¿por qué no te vas con tu amigo?”, lo miré a los ojos y siento que leyó mi mente, lanzó una pequeña sonrisa y me añadió: “a veces las cosas son así, eres muy joven aún”. Mis ojos se pusieron llorosos y los dos entendimos que era hora de despedirnos, él para que siguiera recordando a Marisol, y yo para seguir recordándote a ti. Le di las gracias por su tiempo, me dio la mano y acarició a Tino. Me levanté y me dijo: “no tengas miedo de que le pase algo a tu amigo, el mundo no es tan malo… tampoco para ti”. Asentí y sonreí. 

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